sábado, 29 de abril de 2017

La Educación en Cuba y el caso de Karla María Pérez González


Esta Columna fue publicada el día de hoy en la República de El Salvador, Centroamérica por DiarioMayor.net en su sección “Mi Denuncia Semanal a la Dictadura Castrista”. La Reproduzco a continuación:

La Educación en Cuba y el Caso de Karla María Pérez González

Por Jorge Ros, activista democrático cubano


Una de las banderas más gastadas del régimen castrista ha sido la de la gratuidad de la educación en Cuba. Pero, ¿cuál es la realidad de la educación en Cuba?

Cuando triunfó la revolución castrista en 1959, en Cuba existían numerosas escuelas privadas a todos los niveles educativos. Había escuelas muy buenas y otras no tan buenas. Como en todo país subdesarrollado, el sistema de escuelas públicas tenía deficiencias, sobre todo en las zonas más remotas del país o en los barrios más pobres de las grandes ciudades.

En Cuba existía un sistema educativo público que garantizaba una educación primaria gratuita y obligatoria. Sin embargo, no se contaba con los recursos para cubrir todo el país y había niños que no tenían acceso a la escuela. Las cifras varían dependiendo de la fuente, pero se decía que medio millón de niños —alrededor del 7,7% de la población de la Isla— no recibían educación alguna, a la vez que había miles de maestros sin trabajo.

En 1959, el gobierno de Castro puso en práctica un proyecto de alcance nacional para crear nuevas aulas, utilizando para ello edificaciones de antiguos cuarteles militares. Asimismo, creó un contingente de tres mil maestros voluntarios, que fueron destinados a zonas remotas del país.


En 1961, se desarrolló una campaña nacional de alfabetización. Miles de personas, sobre todo estudiantes, organizados en las llamadas “Brigadas Conrado Benítez”, recorrieron el país para enseñar a leer y escribir a un número de analfabetos que el gobierno estableció en 985 mil. Sin embargo, el objetivo de la campaña era doble; además de alfabetizar a las personas, se les adoctrinaba en los principios marxistas y se desarrollaba el culto a la personalidad de Fidel Castro.
A principios de 1961, el gobierno decretó la intervención de las escuelas privadas y el 6 de junio promulgó la Ley de Nacionalización de la Enseñanza. Esta ley sirvió de base legal para que el gobierno castrista expropiara todas las escuelas privadas del país, muchas de ellas religiosas, y para que asumiera el control total de la educación. Los religiosos fueron detenidos y posteriormente expulsados del país. Entre junio y septiembre de 1961, Cuba se quedó prácticamente sin educadores religiosos y sin sacerdotes.
En 1961, Fidel Castro oficializa el carácter marxista de su revolución, después de haberlo estado negando desde su ascenso al poder. El 16 de abril de ese año, en vísperas de la invasión por Bahía de Cochinos por parte de una brigada de cubanos anticastristas en el exilio, Castro alardeó de haber hecho una revolución socialista en las narices de los norteamericanos. El 30 de junio dijo una frase que ha marcado desde entonces la vida de Cuba: “Con la revolución todo, contra la revolución nada”. Finalmente, el 1ro de diciembre de 1961, Castro aceptó que era marxista-leninista y dijo que lo sería hasta el último día de su vida.

Ese alineamiento del régimen castrista con el marxismo trajo como consecuencia que el sistema educativo cubano comenzara a adoctrinar a los niños en dicha ideología política. Se crearon círculos infantiles, que son la versión castrista de las guarderías infantiles. En la enseñanza primaria y secundaria se estableció el movimiento de “pioneros”, una adaptación infantil y adolescente de las juventudes comunistas.
Para no dejar lugar a dudas sobre el adoctrinamiento de los pioneros, el lema que estos deben recitar diariamente es: “Pioneros, por el comunismo, ¡seremos como el Che!”.  Para el que no lo sepa, el Che no es otro que el sanguinario guerrillero argentino Ernesto Guevara, quien fusiló a miles de cubanos en la fortaleza de La Cabaña en 1959, sin previo juicio o después de juicio expeditos y amañados. 
Todos los niños, con raras excepciones, deben convertirse en pioneros por presión social.
En el nivel educativo de preuniversitario, los estudiantes son captados para ingresar en la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), antesala del Partido Comunista de Cuba. La condición de miembro de la UJC se tiene muy en cuenta a la hora de ser admitido en las universidades cubanas.
El gobierno determina qué estudios y cuántas plazas se ofrecen en las aulas universitarias, de acuerdo con el sistema de planificación centralizada marxista. En consecuencia, un estudiante podría no estudiar aquello que desea, teniendo que conformarse con otra cosa.

En Cuba hay muchos profesionales que trabajan en las más diversas actividades no profesionales. También existen escuelas técnicas, en las que no profundizaré para no hacer interminable esta reseña.
Los jóvenes universitarios ingresan automáticamente en la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), una de las llamadas “organizaciones de masas” que conforman el sistema de control totalitario de la sociedad.  Aquí entra en juego la antes mencionada frase de Fidel Castro: “con la revolución todo, contra la revolución nada”. Aunque en teoría, todo estudiante tiene derecho a cursar estudios universitarios, en la práctica sólo aquellos que se mantienen fieles a la ideología marxista, o lo aparentan, son admitidos en las universidades. Si se llega a descubrir que un estudiante tiene ideas no afines a la “revolución”, puede ser expulsado de la universidad, y no tendrá otro sitio dónde estudiar.
Para ilustrar esto último, traigo a colación el caso de la estudiante Karla María Pérez. La Universidad Central de Las Villas (UCLV) decidió expulsarla, pese a que Karla había conseguido la única plaza de periodismo ofrecida para su provincia. Karla ingresó a la universidad gracias a sus altísimas calificaciones. Era una estudiante de excelencia, pero no simpatizaba con el marxismo.
Esa pobre muchacha de 18 años había encontrado afinidad en las ideas del movimiento opositor Somos+. Este movimiento de oposición pacífica lo lidera el joven Eliécer Ávila, quien también fuera un estudiante brillante, que desde una posición de liderazgo se atrevió a cuestionar al sistema.
Karla fue contactada por la Seguridad del Estado, cuerpo represivo del régimen para actividades políticas, que quiso imponerle la condición de informante, a lo cual ella se negó. Por tal motivo, la FEU realizó una votación para determinar si Karla debía ser expulsada de la universidad. La votación arrojó el resultado de 8 votos en favor de esta medida y 6 en contra. Karla fue entonces expulsada, a pesar de sus altísimos resultados académicos. La joven estudiante intentará agotar todas las opciones de apelación posibles; pero las perspectivas no están a su favor.
Muchos estudiantes y maestros han sido expulsados de las universidades cubanas porque el sistema cubano le da más valor a la ideología que a las capacidades académicas. Los que están con la “revolución”, o simulan estarlo, reciben educación gratis. Pero a los que no simpatizan con lo que en realidad es una cruel dictadura militar se les niega ese derecho.

Este artículo se publicó como parte de la campaña
“Mi Denuncia Semanal a la Dictadura Castrista”, promovida por la UNPACU (Santiago de Cuba) y por el Foro América Unida (Santiago de Chile) con el fin de crear conciencia sobre la situación del pueblo cubano en todo el mundo.




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